Wen
Él estaba tirado en el suelo del callejón, bocabajo. Las dos figuras agachadas junto a él lo estaban registrando como si fueran criaturas carroñeras. Wen no podía verles el rostro, pero aunque quisiera, sólo tenía ojos para el cuerpo inerte de aquel hombre.
"No puede estar muerto" se dijo ella "Sé que no lo está".
Se acercó a él rápidamente sin pensar y sin importarle esos dos seres agachados que habían dirigido la cabeza hacia ella con ojos vacíos. Al ver que corría hacia ellos y no se detenía, esas extrañas figuras se marcharon sin demora. Wen se arrodilló junto al cuerpo del hombre.
"No... no puede ser".
Le dio la vuelta para observarle la cara. Estaba frío y pálido. Sus párpados cerrados y su mandíbula relajada no parecían querer reaccionar. A pesar de que Wen no quería admitirlo, era evidente que había perdido la vida. Ella lo conocía y sabía quién era. Pero además, sabía también que aquel hombre había muerto por su culpa.
- Por favor... ¡No te mueras! - suplicó apretándole fuertemente para sí.
Y con una espantosa rapidez, los párpados del hombre se abrieron de golpe y la miró con unos temerarios ojos rojos.
- Wen... - dijo con una voz fría, aterradora y angustiosa.
En ese instante, Wen se despertó sobresaltada.
Se le había acelerado el pulso de una manera alarmante y respiraba de forma entrecortada. Un sueño. Había sido un sueño. Trató de calmarse y se forzó para tomar una amplia bocanada de aire y expulsarlo tan lentamente como podía mientras se sostenía la frente con una mano.
No era de noche todavía, pero se había quedado dormida y aún llevaba sus ropas de calle: pantalón, camisa, chaleco y hasta las botas. El brusco despertar le había despegado de la cama y fue después de varios minutos cuando se concienció de que el sobresalto le había dejado sentada y no tumbada.
Se levantó y se dirigió al baño para beber un vaso de agua. Cogió el primero que vio de la pequeña estantería junto al lavabo, lo llenó usando la jarra que había al lado y se lo llevó a los labios. Mientras se refrescaba la garganta y se iba calmando poco a poco, vio cómo su reflejo en el espejo le devolvía una mirada llena de ansiedad: sus ojos grises denotaban todo el nerviosismo que sentía en ese momento.
"Una pesadilla" pensó mientras se arreglaba el pelo rojizo que se le había quedado alborotado "Sólo era una pesadilla".
Pero, ¿podía estar segura de que no había sido algo más? No era la primera vez que soñaba con aquel hombre. Pero sí la primera que veía por sí misma aquellos ojos rojos. Esos ojos rojos de los que había oído hablar y que sólo podían significar una cosa...
Cuando terminó la Guerra de la Balanza a Wen se le reconoció su colaboración con la misión de los Jedi, y Luke Skywalker ordenó que la que un día fue una pirata tuviera su propia habitación en la Academia Jedi de Yavin 4. Desde entonces, podía afirmar que había un hogar para ella en ese planeta.
Kea, Benson e Itrun se encargaron de encauzar sus habilidades, pues Pantro, el pequeño ewok, había regresado a Endor. Wen poseía una mente abierta y sensible a la Fuerza: podía hacer mover cosas a su alrededor, sentir presencias vivas e influir en sus voluntades. Pero no siempre tenía el control sobre ese poder y, aunque no era su deseo convertirse en una Jedi, Luke Skywalker le sugirió que recibiera un entrenamiento básico para controlar sus capacidades. Y, ¿quién mejor que sus antiguos compañeros de batalla para enseñarla?
Pero es cierto que en los últimos dos años que sucedieron a la muerte de Darth Derek y a la Guerra de la Balanza, Wen no siempre había estado en Yavin. Se fue una temporada con un objetivo marcado. Un objetivo que, a pesar de todos sus esfuerzos, no logró alcanzar y terminó regresando a la Academia Jedi con las manos vacías.
- ¿Dónde estás...? - se preguntó Wen pensando en aquel hombre de su sueño sin poder evitar sentir una punzada tan dolorosa en el pecho que parecía un cristal retorciéndose en su corazón.
De repente, el sonido de alguien llamando a la puerta la sacó de sus pensamientos.
A decir verdad, no le habría hecho falta usar la Fuerza para adivinar de quién se trataba. No obstante, dejó el vaso y la jarra en la pequeña estantería y, tras respirar profundamente para terminar de recuperar la compostura, se encaminó a la puerta esperando encontrar a quién, efectivamente, estaba al otro lado.
- Itrun - dijo sonriendo al abrir la puerta - ¿Cómo estás?
- Bien. Gracias, Wen. - contestó el zabrak - ¿Y tú?
- También. Me había quedado dormida.
- ¿Te he despertado? - preguntó él.
- No, no. Ya me había levantado.
El Jedi la miró sin pestañear y Wen sabía que la estaba estudiando.
"Sabe que algo me ocurre" pensó ella.
Sin embargo, Itrun Mord no hizo alusión alguna a los pensamientos de su antigua compañera. En su lugar, le preguntó:
- ¿Puedo entrar?
- Claro - dijo ella dejándole espacio suficiente y añadió cerrando la puerta tras él - ¿Qué puedo hacer por ti?
- Benson, Pantro y yo nos vamos de misión. El Maestro Skywalker nos ha encomendado ir a Coruscant.
Wen asintió. Le daba lástima tener que separarse de sus antiguos camaradas. Bien es cierto, que Pantro había regresado hacía poco a Yavin 4, pero en los últimos dos años había estrechado lazos con Benson e Itrun y, de hecho, el zabrak era el Jedi con el que sentía mayor afinidad. Lo veía seguro, decidido, con sentido común y muchas veces, comprensivo. Sin lugar a dudas, era un gran amigo. No obstante, Wen no pudo dejar de preguntarse el porqué de esa misión tan repentina.
- Espero que no haya ocurrido nada grave - comentó.
- Ojalá pudiera asegurártelo - contestó Itrun aún de pie y juntando sus manos frente a él - pero me temo que tengo un mal presentimiento.
- ¿Qué ha pasado? - Wen empezó a sentir curiosidad.
- Varios senadores de diferentes sistemas han desaparecido - explicó - Borsk Fey´lya ha sido quien ha solicitado la ayuda de varios Jedi. Y por lo visto, nos quería a nosotros - Itrun hizo una pausa y añadió - Wen, he venido a verte porque quiero pedirte que vengas con nosotros.
Wen siempre se sentía agradecida de corazón por la confianza que Itrun depositaba en ella. Al fin y al cabo, como compañeros y amigos, se habían ayudado mutuamente en momentos difíciles. En cierta ocasión, Itrun había sido comprensivo con ella y le había guardado un secreto que nadie más conocía; en otro momento, meses atrás, fue ella quien acudió a ayudarlo a él cuando se encontraba en dificultades.
- Por supuesto, contad conmigo - dijo ella asintiendo - A mí también me preocupa la desaparición de esos senadores.
- Me alegra oírlo. Eres una gran aliada - y se detuvo para tomar aire.
Antes de que el zabrak se reencontrara con su antiguo romance durante la Guerra de la Balanza, Wen pensaba que Itrun era bastante reservado. Luego descubrió el motivo de que llevara la mano izquierda enguantada y resultó ser el mismo por él hablaba tan poco sobre sí mismo. Sin embargo, ahora podía afirmar que iba conociéndolo mejor, y estaba convencida de que su amigo estaba respirando profundamente por algo que le causaba dolor y sabía que iba a compartirlo con ella.
- Hay algo más que debo decirte y siento que no sean buenas noticias - tragó saliva y continuó - El Maestro Skywalker nos ha comunicado que Thatleroid ha muerto.
Wen notó otra punzada en el estómago. Esta vez, parecía que otro cristal le retorcía las entrañas. Se sentó en la cama algo aturdida por la noticia.
"No puedo creerlo" pensaba "Primero el sueño... y ahora Thatleroid..."
Se sorprendió así misma con una rabia que le recorría todo el cuerpo y que le provocaba ganas de tirar cualquier cosa que tuviera a mano exclamando a voz en grito "¡Basta ya!".
"Tranquila. Relájate" se dijo.
Miró a Itrun, quien la observaba detenidamente. ¿Estaría dándole tiempo para asumir la noticia? ¿O estaría percibiendo sus sentimientos?
Antes de que pudiera reaccionar, el zabrak se sentó junto a ella en la cama.
- Quiero que sepas que comprendo cómo te sientes. Yo estoy como tú. Y Benson y Pantro, también. Pero si nos apoyamos entre nosotros, todos lograremos superarlo.
Wen respiró profundamente antes de hablar.
- Es curioso cómo alguien que se convirtió en nuestro enemigo puede dejar una huella tan grande.
- Eso es porque aunque se convirtiera en nuestro enemigo, no dejó nunca de ser nuestro amigo. Y después de todo, fue él quien nos salvó de Darth Derek al volver al Lado Luminoso.
--¿Cómo murió? - quiso saber Wen.
Itrun suspiró.
- No lo sabemos. Anakin regresó de una misión en la que había ido con él y nos trajo la noticia - tras una breve pausa, añadió lentamente - También se trajo al aprendiz de Thatleroid.
Wen volvió la cabeza bruscamente hacia el zabrak con el ceño fruncido. ¿Había oído bien?
- ¿Al aprendiz de Thatleroid?
- Sí. - asintió Itrun - Cuando nuestro amigo tomó el nombre de Darth Xendor comenzó a entrenar en secreto a un trandoshano llamado Sobek. Pero al acabar la Guerra, Thatleroid procuró reorientar su entrenamiento hacia la Luz.
A Wen empezó a dolerle la cabeza: era demasiada información de golpe.
- Es increíble...
- El Maestro Skywalker nos ha encomendado a Benson, Pantro y a mí la tutela de Sobek - explicó Itrun - Por eso vendrá con nosotros. Pero no estaría de más que tú también le echaras un ojo.
- ¿Crees que no es de fiar?
- No sabría decirte. El Maestro Skywalker tampoco puede contestar a esa pregunta. Sólo podemos estar atentos.
Wen asintió. Itrun le comentó que debían reunirse en el Halcón Milenario en unas horas, pues irían con Han Solo hasta Coruscant. Tras esto se levantó y se despidió para dejar a la antigua pirata tiempo de prepararse.
Una vez que el Jedi salió por la puerta cerrándola detrás de él, Wen se tumbó en la cama y durante unos minutos se perdió en sus pensamientos.
Thatleroid, muerto... ¿Por qué había tenido que morir? ¿Por qué sus seres cercanos, morían?
"Pero uno podría no estar muerto" pensó visualizando la imagen de dos amenazantes ojos rojos.
No pudo evitar decirse en voz alta:
- Takker... ¿dónde estás?
